miércoles, 9 de diciembre de 2009

Reflexión estética PARTE I

Rubayat, Omar Jayyam








De entre las actividades mencionadas, aquella que llevaba a cabo en secreto, la poesía, era un espejo donde todo lo demás se reflejaba: la afición a la música, el pensamiento próximo a Avicena, el saber matemático y de la astronomía, las ciencias naturales y el conocimiento profundo de la existencia.


El rubaí , singular de rubayat es un forma métrica breve de gran eficacia que consiste en dos versos partidos por la mitad, es decir, en cuatro hemistiquios, que riman el primero, segundo y cuarto, quedando libre el tercero. Se plantea y desarrolla un tema que alcanza su punto culminante en el último medio verso, preparado y realzado por el tercer semiverso sin rima que le precede. Por su brevedad está muy próximo al haiku, por un lado y al epigrama* 1 ; por otro, como éste da pie al enunciado de conceptos lapidarios tan rotundos, en el caso de Omar Jayyam que no es descabellado admitir que siento que es toda una concepción de la vida, con sus premisas, desarrollo y conclusión, lo que encierran los cuatro verso que se hallan frente a mí. Lo que Jayyam tenía que decir, lo que estaba hondo en su interior y procedía de su visión racional de las cosas, en una etapa de la historia en la que , en general, el hombre no era capaz de enfrentarse cara a cara con la vida solo con la inteligencia, tenía un carácter tan altamente explosivo que debía mantenerse oculto.


Algo que caracteriza la poesía de Jayyam es la falta absoluta de ostentación por parte del poeta. La imagen que recibimos de él a través de sus versos es de tal austeridad, y sus palabras están tan alejadas de un intencionado propósito de conmover las emociones o de un recurso estilístico floreado. que brillan por su propia verdad.
Estos poemas hablan de volver al inicio tras la muerte, en un ciclo de vida continuo desde el nacimiento del ser en la tierra hasta la muerte y su posterior transformación de los restos en arcilla. Es preciso destacar el peculiar entendimiento del Tiempo por el autor para el cual ni pasado ni futuro tienen realidad y solo el instante existe e incluso éste es recomendable entregarlo a la embriaguez o al sueño.


El paraíso de Jayyam muy lejos del cielo prometido lo encontraba en lo terrenal, pues su único bien deseable es la vida “al contado”.
Este maravilloso escrito no es solo bello en sí por su encuadernación, la cual me resulta impecable, si no por el canto alegórico que hace acerca de la vida y sus placeres terrenales, la esencia misma de la existencia humana con todos sus pecados, la ingesta de vino para calmar al genio creador, la no culpabilidad por seguir los pocos instintos animales que aún nos son cercanos, todo ello tratado con una elegancia y naturalidad desbordantes. Si bien para Aristóteles el arte es una continuación de la naturaleza, una vez más encontramos en Jayyam a un firme seguidor de sus teorías bien consciente o inconscientemente este genio se adentra en sus enseñanzas y las eleva hasta la enésima potencia consiguiendo así toda una sinfonía natural perfectamente organizada y tangible.


Si seguimos enunciando a Aristóteles descubrimos que según éste el arte de la poesía: imitación de la acción humana a través del verso, la canción y la danza, nos produce placer ya que incluso con representaciones desagradables lo consigue; llega a representar algo desagradable de forma agradable a los sentidos y a la experiencia estética.

El artista conocedor de la naturaleza humana es capaz de plasmar sus rasgos, sus sentimientos. Todos estos enunciados sobre el concepto aristotélico de belleza los vemos plasmados en esta obra; cito a continuación algunos versos:


(rubaí 119) Desde la materia del barro a la gloria de Saturno,
de los grandes problemas hallé la clave.
Desaté con trucos todos los nudos fuertes.
Desaté todo lazo, excepto el lazo de la muerte.

(rubaí 116) Jayyam, si te entregas al vino, sé alegre.
Si una belleza de cara de luna te acompaña, sé alegre.
Pues concluye la labor del universo en la inexistencia,
como si no existieras, ya que existes, sé alegre.
(rubaí 129) Heme aquí bien sumido en un nido de penas
pues menos soy de lo que sé que soy.

(rubaí 67) Debido al tiempo se dobla mi espalda.
Debido a mí, todo trabajo carece de altura.
Decidió el alma partir y de dije: ¡No partas!
Dijo: ¿Qué hago?: la casa se derrumba.



* 1Composición poética breve en que con precisión u agudeza se expresa un solo pensamiento principal, por lo común festivo o satírico.